The Beatles componían «versos de romance juvenil»; Ava Gardner era una «rica desocupada» enamorada de una España «sangrienta y voluptuosa»; y Sara Montiel, una artista que «leía a Eurípides y quería ser actriz». Así escribían plumas como Francisco Umbral, Manuel del Arco o Xavier Montsalvatge las crónicas del mundo del espectáculo y la farándula durante el franquismo, artículos que se publicaban semanalmente en la mítica revista Destino.
A finales de los cuarenta, Luis Miguel Dominguín ya comenzaba a despuntar como estrella indiscutible de las plazas y el cuché. Lo tenía todo: arte, planta y desparpajo. El periodista y caricaturista Manuel del Arco, especialmente célebre por Mano a mano, una sección fija de entrevistas breves que mantuvo durante años en La Vanguardia, pasaba unos minutos con el padre de Miguel Bosé poco antes de que saltara al ruedo. El lenguaraz Dominguín había puesto «de vuelta y media» a Arruza, un compañero de profesión mexicano. Del Arco visitaba al torero español para pedirle explicaciones y le advertía de que «midiera» sus palabras para no tener que andar luego con renuncios, desmentidos y rectificaciones. Dominguín no se amilanaba y le respondía al periodista que lo publicado de su polémica con Arruza no era exacto, pero no por exagerado, sino por prudente: sus declaraciones eran mucho «más fuertes», aseguraba el torero. Cuando Del Arco comenzaba a desliar la madeja -«sólo les falta a ustedes llegar a las manos»- irrumpía en la habitación el padre del matador, que se echaba las manos a la cabeza y rápido ponía punto final al asunto: «¡Nada de hacer declaraciones! ¡Basta ya!».
-junio 29, 2021