Compro por un euro un ejemplar de la primera edición de La plaça del Diamant de Mercè Rodoreda, en un mercadillo de distinguidas señoras filantrópicas, en Llavaneres, que parecen tener una idea menos que sumaria de lo que vale un libro.
En el interior hay un amarillento recorte de periódico, sin fecha, con una entrevista firmada Del Arco, un periodista famoso, en su época, titulada simplemente “MERCE RODOREDA”.
¿Ha sido recogido ese testimonio, con algunos matices biográficos significativos, en algún libro o ensayo? Esta es la entrevista:
“La taula”, reunión que, en el transcurso de una cena informal, sirve para que unos cuantos seres humanos hablen de todo, ha invitado a Mercè Rodoreda a compartir mesa y mantel. Es una tertulia en la que no es obligatorio discurrir, aunque se discurra y en ningún caso se permiten los discursos.
Mercè Rodoreda, autora de “La plaça del Diamant”, “El carrer de les Camèlies”, “Jardi bora al mar”, “Aloma” y varios cuentos, sigue trabajando y ya va para tres años que empezó “Marll trencat”, novela que esperamos.
-¿Tan difícil es esta obra, o no ve el final?
-La historia empieza en 1883 y acaba unos quince o veinte años después de la guerra civil.
-¿En qué año está?
-Ya está terminada, pero me da mucho trabajo pulir el estilo y, sin que yo quiera, me sale algún personaje nuevo o inesperado.
-¿Mercè Rodoreda está en esta novela?
-No estoy en ninguna y estoy en todas. Ahora bien, yo tengo cierta debilidad por “Teresa Goday de Valldavia”, que además de ser una mujer estupenda, guapísima, comete muchas locuras y siento mucho que este personaje se me muera a la mitad de la novela.
-¿Y por qué la mata usted si la quiere tanto?
-Muere de vieja; pero yo procuro que su recuerdo quede vivo en algunos personajes de la historia, especialmente en una cocinera que entró a trabajar en la casa a los catorce años.
-¿Todo ocurre en Barcelona?
-Si; como en todas las novelas escritas por mi.
-¿Con que intención escribe?
-Revivo una época sin ningún propósito ni mensaje; son tres generaciones y la escribo fuera de España.
-¿Cuál es su residencia actual?
-Ginebra y me escapo de vez en cuando a París, a mi cuarto de criada, que conservé de mi época de miseria negra, muy cerca de Saint Germain-des-Prés.
-¿Es un refugio o clima de inspiración?
-Es un clima de inspiración, que buena falta me hace, porque como no hago absolutamente nada, divago.
-“La plaça del Diamant” ha sido traducida al castellano, al inglés, al italiano y al francés y se traducirá al alemán, al checo, al polaco y algún otro idioma, ¿en qué lengua se ha leído más?
-En la catalana, sin duda alguna; ya vamos por la octava edición, cosa muy excepcional.
-¿Lo atribuye a su condición, cuando se publicó, de escritora en el exilio?
-No; en aquel momento nadie se acordaba de mi, era una escritora olvidada. Atribuyo el éxito a que la novela me salió bien.
-¿Existe la novela catalana por sí misma, o porque el vehículo es la lengua vernácula?
-A partir de Narcís Oller, a finales del siglo pasado, y de “Victor Cátala”, la novela catalana deja de ser regionalista y se hace europea; prueba de ello es que se traducen. ¿Me va a hacer alguna pregunta capciosa?
-No pensaba, pero es usted quien me invita. Usted es de Barcelona, cabeza de familia y autora de obras de gran contenido barcelonés, ¿por qué no se ha presentado a concejal?
-Porque tendría que jurar demasiadas cosas. Y de pequeña me enseñaron que jurar en falso es pecado.
-¿No le atrae la política?
-Por ella me fui.
-Pero está otra vez aquí, ¿ya de vuelta?
-Si; de vuelta de todo.
-Bienvenida…
DEL ARCO
Fuente. Juan Pablo Quiñonero