El periodista Lorenzo Gomis me habló de Manuel del Arco, un periodista nacido en Zaragoza en 1909 que firmaba en La Vanguardia “Mano a mano”, una entrevista diaria que ilustraba con una caricatura del entrevistado. En algunas ocasiones, del Arco, quien al parecer escribía deprisa y con buena caligrafía, al terminar la conversación leía en voz alta el texto y si el entrevistado estaba de acuerdo con lo que se decía en las cuartillas le hacía firmar al final para refrendar su conformidad. Manuel del Arco, periodísticamente hablando, se lo hacía todo: elegía a la persona, preguntaba, escribía, editaba e ilustraba. Era un reportero total que logró tanto éxito en los años sesenta que, cuando estaba enfermo en los últimos meses de su vida y ya no podía ni salir a la calle, los entrevistados se desplazaban hasta su domicilio para responder a sus preguntas.
En las redacciones donde trabajaba Manuel del Arco se fumaba. Ahora, haga frío o calor, los periodistas fuman en las puertas de los periódicos. Hace ya algunos años que las ruidosas Olivetti han dejado de sonar en la cocina de los diarios porque fueron sustituidas por los más silenciosos teclados de ordenador. Los periódicos se hacían en un ambiente de cine en blanco y negro, con la atmósfera cargada de humo y la banda sonora del repiqueteo de las máquinas. Cuando llegó el color, el decorado perdió interés, pero los periodistas se adaptaron e intentaron seguir haciendo lo que en definitiva se supone que es la esencia del oficio: contar historias…
Por Fernando García Mongay
-junio 29, 2021